La explosión de un oculto descontento o
El derrocamiento de Ben Alí
Veintitrés años ganando elecciones hasta por el 99.9% de los votos según los informes de los organismos respectivos.
Así, con esa cara de bonachón, de padre bondadoso, de salvador y orientador de la nación tunecina. Todo era paz y tranquilada (aparentes, por lo visto). Un país rico en cereales, en aceite, últimamente en vino y conocido por sus deliciosos dátiles.
El culto a la personalidad era notorio al turista. La foto de Ben Alí estaba en todas partes: en lugares públicos, a la entrada de las ciudades, en las oficinas de todo tipo, en la recepción de los hoteles, en los postes del alumbrado público cuando, con frecuencia notoria, se celebraban festivales en las ciudades, hasta en los baños de lugares notables y tal vez en los otros.
Unos le veneraban, otros pasaban de él. Y un grupo de jóvenes preparados e inconformes con la no alternabilidad del gobierno, cocinaban desde hace tiempo lo que se vio en los últimos días.
Y es que la regla tendrá sus excepciones pero en el caso presente parece ser que la norma se cumple una vez más: el poder corrompe y si el poder es absoluto, corrompe absolutamente.
Lo de siempre: el que se cree un mesías recorta las libertades, no le importan las injusticias sociales, la corrupción se instala en su casa y allegados y, para mantener la situación están los militares cuyos jefes se convierten en fieles servidores de su presidente olvidándose de sus reales objetivos.
“A la derecha, ven ustedes una de las casitas de nuestro amado presidente……”, decía con sorna manifiesta el guía turístico, un joven preparado e inconforme con la situación. Pues sí, era una de las “casitas”, porque tenía más.
Qué pena que el poder ciegue tanto a los gobernantes. Al parecer sólo escuchan a quienes les interesa la situación y no le cuentan jamás las manifestaciones de descontento que comienzan a aparecer hasta que explotan de mala manera.
Algunos gobernantes africanos sin duda que se habrán mirado al espejo de su colega y, si son inteligentes, deberán iniciar un camino de cambios políticos y sociales. Todos los que llevan más tiempo que el depuesto presidente, viven como príncipes y hasta con actitudes fuera de lo normal por sus exageraciones en gastos y lujos.
Algunos mandatarios de este lado del charco también tendrán que mirarse en el mismo espejo. El pueblo, al que no sabemos cómo, anestesian con bonos, discursos, sonrisas y ataques al pasado……poco a poco va despertando. La anestesia no dura indefinidamente.
Ojalá que Túnez se encamine por la senda correcta de libertad, justicia y unidad de sus ciudadanos.
Recuerdo con agrado a ese país y sus riquezas naturales y culturales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario