Todo parecido con la realidad es pura coincidencia…
Médicos de la antigüedad como Hipócrates (460-370 aec) y Galeno (129-200) distinguían cuatro tipos de temperamentos, considerados como emanación del alma por la interrelación de los diferentes humores del cuerpo (sustancias básicas –líquidos-, cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre.):
1.- Sanguíneos, las personas con un humor muy variable.
2.- Melancólicos, personas tristes y soñadoras.
3.- Coléricos, personas cuyo humor se caracterizaba por una voluntad fuerte y unos sentimientos impulsivos, en las que predominaba la bilis amarilla y blanca.
4.- Flemáticos, personas que se demoran en la toma de decisiones, suelen ser apáticas, a veces con mucha sangre fría, en las cuales la flema era el componente predominante de los humores del cuerpo.
La ciencia moderna puede explicar el tema de forma distinta, pero la realidad no ha cambiado. Nacemos con el predominio de alguno de esos humores y a veces mezclados. Así somos, dirán algunos, pero es cierto que las manifestaciones de esos humores pueden ser educados hasta cierto punto.
Lo que nos preocupa es si un flemático, por ejemplo, es la persona apropiada para cualquier tipo de trabajo o responsabilidad, sin decir con ello que sea negado para el caso. Sin embargo, la experiencia nos dice que no todos los temperamentos son buenos para todo cargo. Raro que encontremos un cirujano, un dentista, un filósofo, un inventor, un matemático o un relojero colérico.
HABLEMOS DEL COLÉRICO.-
El colérico es de un temperamento ardiente, ágil, activo y de voluntad fuerte, se cree autosuficiente y muy independiente. Le resulta fácil tomar decisiones por su cuenta y por cuenta de los otros también.
Para el colérico la vida es actividad. Posee una mentalidad práctica y aguda y por eso toma decisiones útiles en forma instantánea y acertada a veces.
Al colérico no le asustan las adversidades ni la presión de la opinión ajena. El colérico es un líder nato, natural, fuerte.
Su aspecto emocional es el menos desarrollado. No siente compasión por otros fácilmente, ni lo demuestra ni lo expresa. Busca preferentemente valores más utilitarios y productivos.
El colérico tiende a ser dominante, autocrático y autoritario y usa a la gente sin vacilación a fin de lograr sus fines. Tiene una mente bien organizada aunque le aburren los detalles.
Toda profesión que requiera liderazgo y productividad es adecuada para el colérico. Le gustan las tareas de construcción porque es una actividad muy productiva. El colérico es desarrollista por naturaleza, sueña con construcciones y maquinarias abriendo caminos
Como los coléricos son malos para delegar responsabilidades, terminan haciéndolo todo ellos mismos. No es perfeccionista, prefiere hacer muchas cosas bastante bien que pocas perfectas.
El colérico se desenvuelve muy bien en el comercio, en la enseñanza de asignaturas prácticas, en la política, en funciones militares…
El colérico es tan optimista que rara vez fracasa, excepto en su propia casa.
DEBILIDADES DEL COLÉRICO.-
El enojo y la hostilidad. El colérico es extremadamente hostil. Algunos aprenden a controlar su ira, pero siempre es una posibilidad en ellos el fácil estallido. Comprueban fácilmente que sus estallidos asustan y los usan como forma de conseguir lo que quieren, es decir, salirse con la suya.
El enojo del colérico es peligroso. Puede herir a los demás con toda intención y gozarse de haberlo hecho.
El colérico da portazos, golpea la mesa, grita en el micrófono sin discreción. Cualquier cosa que se cruce en su camino y que deje funcionar a su gusto, experimentará los efectos de su cólera.
Al colérico no se le pasa el enojo tan fácilmente, puede arrastrar su encono durante un tiempo increíblemente largo. Será por eso que a los cuarenta años de edad anda con úlceras estomacales.
Cruel, cortante y sarcástico. Nadie pronuncia con su boca comentarios más ácidos que el colérico, y siempre está preparado para un comentario cortante que es capaz de aniquilar a los que se sienten inseguros y demoler a los menos combativos. A su paso va dejando una estela de casos psíquicos y de personas heridas .
Frío y sin afecto. El colérico es el que evidencia menos afecto y se neutraliza ante la idea de hacer alguna demostración pública de afecto; su rigidez emocional rara vez le permite derramar lágrimas.
Insensible y desconsiderado. Paralelamente a su natural falta de amor, es la tendencia a ser insensible a las necesidades de los demás y desconsiderado acerca de sus sentimientos.
Porfiado y terco. Toma decisiones rápidamente, sin consideración y análisis adecuados, y una vez que lo ha hecho es prácticamente imposible que cambie de parecer. Es neutral en muy pocas cosas y terco en todas.
Astuto y dominador. Una de las características del colérico es su inclinación a proceder con astucia para lograr lo que quiere. Rara vez acepta un no como respuesta y con frecuencia recurre a cualquier medio para alcanzar su meta. Si tiene que adulterar las cifras o las realidades y torcer la verdad, rara vez vacila, porque el fin justifica los medios. Cuando necesita un favor se convierte en un sanguíneo con su gran capacidad persuasiva, pero en el momento que se le da lo que busca, se olvida de que le conoció.
Resumiendo en pocas palabras, diríamos que el colérico: habla demasiado, emite opiniones infundadas, enojadizo por naturaleza, déspota…pero siempre justifica sus acciones.
La combinación de sanguíneo-colérico acarrea más aspectos negativos. Si la persona no ha tenido una buena educación moral, espiritual, y un equilibrio social dentro y fuera del hogar, se convertirá en un hablador extremo, chabacano, resentido, dogmático, ruidoso, precipitado, imprudente, descuidado y olvidadizo. Si no ha cultivado sus habilidades intelectuales, se volverá una persona superficial, mandona e intolerante, con un vocabulario hiriente y mordaz.
La pregunta que nos hacemos es sencilla: ¿Es un colérico la persona más apropiada para ocupar la responsabilidad de dirigir un país? Cada uno tiene su respuesta.