sábado, 26 de noviembre de 2011

Otro juicio para ablandar voluntades

La noticia del juicio de los 40 millones y tres años de cárcel ha recorrido el mundo. Nadie lo entiende ni se imagina cómo puede darse tal aberración. Los defensores del mismo dicen que eso es lo que vale la honra del deshonrado.

En estos días asistíamos a otro que también se siente ofendido en su honor y que, como fruto de tal injuria calumniosa, dice que es señalado con el dedo como ciudadano que se ha enriquecido ilícitamente.

Se habrá puesto a pensar cuántos dedos habrán señalado a las víctimas de las cadenas que ellos preparan y cuántas amenazas públicas habrán recibido? ¿Qué monto deben pedir esas personas para lavar su honor o resarcirse de tales injurias?

Como alguien decía, la cosa no es para juicio; basta con que el interesado declare bajo juramento cuánto facturaron sus empresas durante los tres años anteriores a este gobierno y cuánto facturaron durante los tres primeros años del gobierno al que sirve. Eso es todo. Para bañarse en salud no hace falta juicio; el país le creerá.

No sabemos el porqué no ha enjuiciado a Joffre Campaña cuando expresó en una entrevista con Jorge Ortiz en Teleamazonas que el aludido “es el funcionario más próspero del gobierno”. Tampoco lo ha hecho con Fabricio Correa por haber dicho en el mismo canal que el difamado gana 12.5 veces más que hace dos años sin ir a su oficina a trabajar.

La prensa comenta que el jefe máximo dijo al llegar al juzgado “todos para uno y uno para todos” Naturalmente, los amigos del ofendido eran muchos más que los de la acusada. Como en el otro de los 40 millones.

Pero cualquiera se pregunta: ¿qué hacía el mandatario en un juicio de estos? ¿no tenía otra cosa que hacer? ¿cómo es posible que todo un Jefe de Estado se inmiscuya en la justicia pidiendo públicamente, frente a sus partidarios, que se castigue a la mentirosa? ¿será ese el comportamiento imparcial de un gobernante?

El ofendido pidió nada menos que 3 años de cárcel para su excompañera de gabinete y un monto de 250.000 dólares americanos. Una tontería. Una minucia si lo comparamos con el precio que tiene el valor del supuesto ofendido.

El juez ya sentenció: un año de cárcel y 100.000 dólares de multa. Pero el ofendido, envuelto en el increíble poder que tiene, ha sido magnánimo: perdona a la mentirosa y calumniadora. Así es de bueno el poder cuando el poder es total: primero acusa, amedrenta, juzga y sanciona para luego perdonar “sin interés alguno” (¿te lo crees?), o con la condición de que pida perdón en otros casos.

Posiblemente no interese tanto en estos juicios la indemnización y la cárcel cuanto el sembrar miedo, pánico, angustia y terror en la gente. Es decir, cuídate al decir o asentir en algo importante porque automáticamente se levantará una gran tormenta…. Y tú serás la víctima segura.

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