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Una, dos, tres y cuatro cadenas ordenadas por el gobierno y fabricadas por los sabios en comunicación. Cuatro cadenas sin derecho a réplica porque en ellas, aseguran los autores, está toda la verdad y nada más que la verdad.
Cuatro cadenas para descalificar moral, social y políticamente a quienes osaron y osen opinar diferente o quejarse de los abusos de los que son objeto. Cuatro cadenas en las que sobran argucias, premisas falsas y medias verdades (peores que las mentiras cuando son manipuladas técnicamente) y faltan argumentos, razones y sinceridad en lo que se dice.
Nunca vi, en cuarenta años, cadenas como estas. Ningún gobernante, que yo recuerde, abusó tanto de los medios para lavarnos el cerebro. Nadie, desde el poder, humilló y descalificó a los ciudadanos como se hace con estas cadenas.
Se descalifica, se destruye públicamente al opositor o simplemente al que se quejó u opinó. Se amedrenta, se ablanda moral y sicológicamente hablando al que consideran enemigo; se deshumaniza al contrario y se provoca, sin querer queriendo, la ira y venganza pública contra los personajes objeto de las cadenas.
Se manipulan imágenes, palabras, intenciones, circunstancias momentáneas; se saca de contexto todo y se hunde a las personas. Se busca convencer a la audiencia obligada, que todos los que piensan diferente o se quejan, sirven a intereses económicos, a obscuros intereses, al “imperio”, en definitiva. Son las mismas razones que se escuchan en Venezuela, en Cuba, en Nicaragua y Bolivia….toda la culpa es del imperio y sus secuaces: la prensa corrupta y sus dueños.
Se dramatiza algún caso aislado que se lamenta no le admitieron su artículo, pero no se dice cuántos periodistas de El Telégrafo renunciaron cuando sintieron que su periódico no tendría nada de “medio público” sino de lo que es y todos sabemos.
En esas cadenas se observa cómo un ejército de reporteros, fotógrafos, camarógrafos persiguen física y sicológicamente a sus víctimas para provocarlas y poder llevar, a una nueva cadena, el gesto, la palabra, la actitud que los realizadores y jefes de las mismas, necesitan para seguir denigrándolas públicamente.
Y en todo esto podemos observar cómo se criminaliza la protesta pública, el derecho a la resistencia. Podemos sentir cómo se busca el sometimiento de todas las instituciones sociales, clasistas, étnicas; cómo se crean nuevas organizaciones clasistas de trabajadores, choferes, maestros…afines al gobierno. Cómo se divide, cada vez más y tan peligrosamente, a los ecuatorianos.
Me pregunto anticipadamente: ¿qué cadenas realizarán para quienes osen amenazar el triunfo del seguro candidato?. Les compadezco desde ya.
Para los que ordenan estas cadenas, para los realizadores y mentalizadores, les dejo este pensamiento de Dilma Rouseff, presidenta de Brasil: “No conozco otro control de los medios que el control remoto de la televisión.”
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